La sabiduría de perder la vida
Hay momentos en que nos invade la sensación de que ya no hay gente honrada, que solo hay gente que trasgrede normas, grandes o pequeñas y, por ello, se sienten más inteligentes, audaces y aptos para vivir. Al ver la escena pública, crece la convicción de que aumenta la corrupción, el aprovechamiento de cargos, la transgresión de normas, el tráfico de influencias, etc., para fines de beneficio personal y del grupo de los suyos. Basta ver la cantidad autoridades cuestionadas por oscuros manejos de caudales públicos.
Sin embargo, esta es una percepción ilusoria, una que nace del espectáculo de la escena pública. En el anonimato, a distancia del acontecer noticioso, la inmensa mayoría de la gente vive su vida decentemente, sacando energías del amor a los suyos para hacer largos trayectos en una atestada locomoción colectiva, acudir cotidianamente a ganar su pan honradamente, educar a sus hijos y cuidar de su familia. Es una mayoría que respeta las leyes, incluidas las normas del tránsito, paga sus impuestos y trabaja concienzudamente. Una mayoría que es solidaria y compasiva, capaz de ponerse de pie con fortaleza cuando los desastres vienen a complicar más aun una vida de por si dificultosa.

En el evangelio de hoy Jesús nos hace una propuesta y una invitación en esta línea: “El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Miren, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”. Este balance paradojal entre perder y ganar es lo que hace la diferencia, porque, para Jesús, los que ganan son los que pierden y los que pierden son los que ganan.
El concepto corriente de héroe es quien realiza una hazaña extraordinaria, capaz de asombrar a todos. Sin embargo, hay una mayoría de héroes ordinarios, que no sorprenderían a nadie, porque viven “perdiendo” su vida. Son héroes que saben que el dolor es el abrazo más apretado que la vida puede darte, porque ello saca lo mejor de ti mismo, un camino muy distinto de quienes se exilian del dolor y viven alienados del propio corazón. Son héroes que saben que la paciencia es el ingrediente más sabroso del pan de la vida, porque está hecha de esa fidelidad que mide el tiempo con un instrumento de eternidad, en contraste con los que piensan que el tiempo es una inversión de corto plazo. Son héroes reconciliados con la vulnerabilidad, que saben que vivir exige el coraje de ir con el corazón al descubierto, una actitud muy distinta de aquellos que optan por cuidar su imagen, manipular la verdad, ocultar delitos y aprovecharse de todas las circunstancias para el propio beneficio.
Esa mayoría de héroes corrientes, silenciosos, honrados, trabajadores, pacientes, llenos de amor, son los verdaderos pilares que sostienen la vida, y los que constituyen nuestra esperanza en tiempos mejores, porque, lo sepan o no, reconocen la sabiduría de seguir los pasos de Jesús, sostienen con fortaleza su cruz y viven la vida en abundancia prometida a quienes “pierden” su vida.
¡Te pedimos Jesús ser parte de esa mayoría! ¡Amén!
Ana María Díaz, Ñuñoa, 2 de julio de 2023