Ideales y experiencias
La presencia, por estos días en Santiago, de Darío Sztajnszrajber, el autor de “El amor es imposible”, activó una vuelta más al contrapunto entre dos miradas a la realidad: un cierto acento platónico de acercamiento, en contraste con el acento deconstructivista, que es el de la referida obra. En un uso corriente de la filosofía podemos decir que estas miradas contrapuestas se dan en todos los aspectos de la realidad y se refieren, por un lado, a tener una visión utópica sobre las cosas, aspirando a una cierta perfección y a comprenderlas en su verdadera “esencia”, y por el otro, a mirar las cosas como son, a reconocer nuestras experiencias tal como se dan, persiguiendo en la envoltura retórica del lenguaje, los engaños idealizatorios de la realidad, que solemos tener. Esta tensión es un drama con el que nos encontramos cotidianamente: necesitamos proyectos que den referencia a nuestra vida, sueños que nos permitan trabajar en cambios profundos y horizontes que nos pongan a caminar, pero también necesitamos dar espacio a una comprensión realista de nuestra vida, donde quepa el fracaso, las decepciones, las derrotas, los engaños, etc. Entonces, es el amor una perfecta comunión entre almas gemelas que se encuentran o, como dice el cantautor, “amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño”.

En el evangelio de hoy, Jesús nos habla metafóricamente de lo que es el reino de Dios, o la vida en abundancia, como lo llamó también. En estas metáforas encontramos respuesta a las fracturas con que vivimos la distancia entre los ideales a que aspiramos en la vida y la realidad tal como es. Con las metáforas del tesoro escondido bajo tierra, de la perla más fina que encuentra un comerciante y de la red que recoge una muy heterogénea pesca en el mar, Jesús nos enseña que todo aquello que buscamos en la vida se encuentra oculto bajo la maraña de lo que llamamos realidad, no es evidente, notorio ni público, “es un milagro que no se ve”; también nos enseña que es algo extraordinariamente valioso, en lo que vale la pena invertir todo lo que tenemos, todo lo que somos, con total dedicación; también nos dice que la felicidad que buscamos no se encuentra de manera depurada, aséptica ni impoluta. La encontramos en medio de la morralla, crece junto a la cizaña, indistinguible en medio de una pesca de diversa calidad.
Estamos todas y todos invitados a celebramos la buena noticia de saber que los ideales a que aspiramos no son engañosas utopías inalcanzable, en un más allá siempre postergado, crecen en orillas de perfección en medio de la realidad tal cual es y las podemos reconocer si educamos la mirada; nos pertenecen como valiosas posesiones que hoy ya son nuestras y que todavía esperamos abrazar cada vez más totalmente; crecen con una potencia radical, pero indistinguibles en medio de la realidad opaca, pero bendecida. No tenemos que seguir padeciendo como si entre los ideales y la experiencia hubiera un desgarrón sangrante, porque, como dice la escritora, los sueños siempre están delante de nosotros, a la fuga. Alcanzarlos y pasar momentos al unísono, es un milagro siempre probable ¡Amén!
Ana María Díaz, Ñuñoa, 30 de julio de 2023