Derivas de la insistencia

La frase “pienso, luego insisto”, parafraseo de la sentencia de Descartes – corazón del racionalismo occidental – no tiene una autoría conocida, pero ha sido utilizada como título de obras de teatro, libros para niños, humorismo de crítica social, título de columnas de comentarios de la cotidianeidad, etc. La máxima tiene el encanto de defender la fidelidad a determinadas posturas, basada en una sensatez contrastante con lo absurdo de costumbres, modos de pensar, miradas sobre la realidad, que prevalen en la cultura. Insistir se entiende como el privilegio de esperanza que provee la razón.

Este es el tema del evangelio (Lc. 18,1-8), en el que, invitándonos a perseverar en la oración, Jesús cuenta la historia de una viuda que acudía con mucha insistencia ante un juez, pidiendo justicia en su causa. A pesar de su desinterés e indiferencia ante la situación de la viuda, el juez terminó por conceder lo que pedía, solo para evitar que lo siguiera importunando. Jesús concluye su historia con estas palabras: “¿Se han fijado en las palabras de este juez injusto? ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, si claman a él día y noche, mientras deja que esperen? Yo les aseguro que les hará justicia, y lo hará pronto.»

Es imprescindible examinar cuidadosamente la comprensión de esta historia y las conclusiones que se puede extraer. Un aspecto que queda en evidencia es que Jesús entiende que la oración es una relación entre dos, que afecta el modo de reaccionar de los involucrados en la relación. En el caso de la historia de la viuda se trata de una relación “disfuncional”, en la que ella y el juez quedan atrapados en un intercambio de conductas recurrentes, que finaliza, como suele ocurrir, solo cuando uno de los dos cede, vencido por el cansancio. Rogar a un juez injusto convierte nuestra petición en una porfía obstinada.

Nuestra relación con Dios es totalmente otra cosa, como Jesús nos ha dicho en muchísimas ocasiones. Se trata de una relación de atención amorosa por su parte y de abandonada entrega por la nuestra. Acudir a Dios, encomendándose a su entrañable cuidado, convierte nuestra oración en un diálogo confiado, que vitaliza la relación.

En la ciencia náutica se habla de Deriva para referirse al desplazamiento, con relación al curso fijado, que se produce en las embarcaciones, producto del viento, el movimiento de la masa de agua y las corrientes marinas. Podemos decir que la navegación es un dialogo entre la embarcación y las condiciones de la navegación. La deriva es resultado del objetivo del navegante y el camino que le muestra el mar. Del mismo modo, en la oración de los y las creyente, una cosa es aquello por lo que se ruega, y otra, la deriva que el viento del Espíritu va ejerciendo sobre él o ella. Por eso decimos que la oración no cambia a Dios, cuyo amor es constante, nos cambia a nosotros y nosotras, porque nos hace descubrir horizontes más amplios; modos más genuinos de amar; necesidades más hondas que las que inicialmente habíamos percibido; reservas de coraje allí donde solo hay temor. Necesitamos orar insistentemente como pedagogía de ampliación de la conciencia y transformación del corazón.

El Dios de Jesús es un juez lleno de ternura, a quien le importa la humanidad. Esta es nuestra certeza al orar: saber que las derivas de nuestra insistencia siempre nos llevaran a puerto seguro, impulsados por el Soplo del viento, capaz de llevarnos lejos del limitado curso inicial del viaje. ¡Amén!

Ana María Díaz, Ñuñoa

Publicaciones Similares

  • No vivir dormidos

    Uno de los riesgos que nos amenazan hoy es caer en una vida superficial, mecánica, rutinaria, masificada… No es fácil escapar. Con el pasar de los años, los proyectos, las metas y los ideales de mucha gente terminan apagándose. No pocos terminan levantándose cada día solo para «ir tirando». ¿Dónde encontrar un principio humanizador, desalienante,…

  • LA PALABRA DE DIOS

    Hemos escuchado que «Jesús les dijo: “Síganme […]”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron» (Mc 1,17-18). Es grande la fuerza de la Palabra de Dios, como hemos visto también en la primera lectura: «La palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en estos términos: “Parte ahora mismo para Nínive […] y…

  • La sabiduría de la fidelidad

    Con mucha frecuencia observamos que el ejercicio del poder, en distintos niveles, muestra signos muy claros del trastorno que desde Nietzsche llamamos deseo de poder. Lo propio del deseo de poder es su independencia de metas, justificaciones, sentidos, búsquedas. El poder se convierte en una justificación en sí mismo, no una mediación para lograr objetivos,…

  • Un tesoro oculto

    No todos se entusiasmaban con el proyecto de Jesús. En bastantes surgían no pocas dudas e interrogantes. ¿Era razonable seguirle? ¿No era una locura? Son las preguntas de aquellos galileos y de todos los que se encuentran con Jesús en un nivel un poco profundo. Jesús contó dos pequeñas parábolas para «seducir» a quienes permanecían…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *