Sentarse a la orilla del tiempo
Para mucha gente, la felicidad se ha convertido en un bien que el mercado manipula, vende y publicita para engañarnos. Por tanto, querer ser feliz o desear felicidad a otros se ha convertido en un asunto frívolo, materialista, egocéntrico y alienado. Tengo una profunda diferencia con esta perspectiva. Creo que lo que necesitamos es afinar nuestra sabiduría para ser felices.

El modo de definir lo que esperamos del futuro siempre se basa en una certeza subjetiva, con dos dinámicas generales de representación. En el optimismo, toda vibración sobre el porvenir es de tal naturaleza que todo lo indeterminado, se eleva hasta el plano de la esperanza. En cambio, el temple del pesimismo se abstiene recelosamente de toda esperanza y tan solo cuenta con el realismo de las peores posibilidades.
Entonces la esperanza juega un papel central en la sabiduría de la felicidad. Para el teólogo Torres Queiruga: “la esperanza pertenece al grupo de vivencias o experiencias fundamentales que llegan al fondo de la existencia, movilizando los resortes de la vida”. La esperanza pone en movimientos los mecanismos de la vida. Y esta es una perspectiva consistente con el desarrollo de la historia humana. Si no fuera por la esperanza, la mayoría de los empeñativos esfuerzos que han significado un paso adelante, habrían sido abandonados por las dificultades.
También es cierto que, a nuestro sentido de esperanza, no pocas veces le falta imaginación. Tal como nos dijo Edgar Morín: “En la historia, hemos visto permanente y desafortunadamente que lo posible se vuelve imposible y podemos presentir que las más ricas posibilidades humanas siguen siendo imposibles de realizar. Pero también hemos visto que lo inesperado llega a ser posible y se realiza; hemos visto a menudo que lo improbable se realiza más que lo probable; sepamos, entonces, confiar en lo inesperado y trabajar para lo improbable.” Entonces, estar abiertos a la sorpresa también hace parte de la sabiduría de la felicidad
En la Universidad de Chicago, Mihály Csikszentmihalyi, Psicólogo de origen húngaro, hizo durante 12 años investigaciones acerca de la felicidad, en las que descubrió que los momentos más felices que vivimos son aquellos en los que nos dejamos llevar, cuando no estamos luchando por la vida, sino fluyendo con ella; cuando el tiempo se nos pasa sin darnos cuenta, concentrados en algo que nos atrapa; cuando abandonamos nuestro afán de logro y gozamos de experiencias que tienen fin en sí mismas. Eso mismo pensaba Thoreau: “La felicidad es como una mariposa, cuanto más la persigues, más te eludirá. Pero si vuelves tu atención a otras cosas, vendrá y suavemente se posará en tu hombro”. Entonces otro secreto de la sabiduría de ser feliz consiste en saber que es mucho más un regalo que un logro, más un fluir con la vida que un aguantar, más seguir la danza de la vida que defender una trinchera.

Una última consideración. Vivimos demasiados preocupados, influidos y atrapados por el efecto del tiempo. El pasado nos pesa y el futuro nos amenaza. Sería más sabio dejar de sentirnos tan tironeados por las dos punta del tiempo y estar más libremente presentes en el hoy. Tal como nos advirtió Kazantzakis: “Quien no sea capaz de sentarse a la orilla del tiempo, quien no sea capaz de sostenerse en un punto como una diosa de la victoria, sin vértigo ni miedo, ese nunca sabrá lo que es la felicidad y, lo que es peor, nunca hará nada que haga feliz a los demás”.
Se trata de tener esperanza, confiar en inesperadas sorpresas, fluir con la vida y sentarse a la orilla del tiempo, confiando en quien alimenta las aves del cielo, viste a los lirios del campo y conoce el número de nuestros cabellos.
¡Un 2023 lleno de sabiduría de felicidad para todas y todos!
Ana María Díaz, Ñuñoa