Partir y quedarse
La semana pasada, mi hermana habría estado de cumpleaños y, como nos ocurre a todos en estos casos, fue ocasión de recordarla y extrañarla especialmente. Extrañamos a quienes están lejos y a quienes han partido, como signo íntimo de reconocimiento de cuán significativa ha sido su vida para nosotros, de su intenso valor afectivo, y de cuanto nos hace falta todo lo que compartíamos. Extrañar nos permite experimentar que nuestros seres queridos permanecen en la memoria, captando la atención de nuestros pensamientos, de los movimientos del corazón y los anhelos del alma, aunque no estén a nuestro lado físicamente.
La cultura moderna se ha desarrollado observando la materialidad de lo concreto, visible y abordable empíricamente. El enorme progreso que ha traído, ha tenido el inconmensurable costo de desconocer lo invisible, inmaterial y misterioso. Muchas corrientes filosóficas y espirituales desde siempre han sostenido que lo más importante en la vida es siempre lo menos palpable. Lo importante de la vida es invisible, para reconocerlo requiere la capacidad de contemplar, maravillarse y conmoverse con las tenues señales que poderosamente apuntan a lo que lo verdaderamente importa. Esta evidencia nos confirma que habitamos en un mundo tangible, concreto y palpable, pero también habitamos en un mundo de invisibles presencias que no son menos consistente que las otras.

El texto del evangelio de este domingo, son los 4 últimos versículos del evangelio de Mateo, cargado de las tonalidades que evidencian estos dos mundos que conviven tan intensamente entramados. Jesús, quien después de su resurrección se ha aparecido varias veces a sus discípulos, los invita a reunirse en un monte de Galilea para la despedida final. Sin embargo, algunos lo reconocen y creen, pero otros dudan. Habitar estos dos mundos no es sencillo. Y, como suele ocurrir, la despedida es momento de recomendaciones y reiteración de más importante: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes”. Pero lo definitivo vino después, cuando agregó: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.”
Estamos invitados e invitadas por Jesús a vivir en el mundo de las realidades concretas, contingentes e históricas, extendiendo su mensaje de vida en abundancia, como lo estamos a cultivar la capacidad de percibir la dimensión eterna del presente, la trascendencia de lo contingente y el carácter transhistórico, tempieterno y postfinito de toda realidad. ¡Amén!
Ana María Díaz, Ñuñoa, 21 de mayo de 2023