Ven afuera
Hace varios años, estuve casualmente en un asalto que tuvo todos los ingredientes de una escena cinematográfica: gente que sangraba, a la que tuve que atender precariamente, sonidos de disparos a lo lejos, horas de retención, incertidumbre, mucho temor, etc., etc. Fue como haber estado en una cueva oscura, de la cual salí con la sensación de que la luz de sol era mucho más luminosa que de costumbre; los abrazos que recibí me parecieron más cariñosos, sanadores y llenos de esperanza, que ninguno que recordara. Me sentía como si hubiera renacido.
En situaciones de otro orden, es muy frecuente que todos y todas pasemos por experiencias semejantes. Muchas veces sentimos que la vida nos coloca en una cueva oscura de la que no parece haber salida posible. Es porque la vida se desarrolla a través de crisis mayores o menores. Más aún, toda crisis tiene un proceso que comienza con la fragilización en alguna área de nuestra vida, la que nos empeñamos en mantener por cierto tiempo en un equilibrio muy inestable, hasta que todo se desajusta definitivamente, y se produce el desplome que habíamos estado tratando de evitar. Las siguientes etapas son de reelaboración, desarrollo de nuevas habilidades y nueva armonía. Toda crisis es una experiencia de confusión, dolor, derrumbe y duelo, como un ineludible camino al renacimiento, expansión y profundización de la propia vida.

El evangelio de Jn 11, 1-45 nos relata la experiencia de Lázaro, junto a sus hermanas, amigos y vecinos, quien, habiendo fallecido, y llevando más de tres días en la tumba, recupera su vida delante de todos, caen sus amarras y renace. Los judíos pensaban que el alma de quien había muerto, se mantenía muy cerca del cuerpo durante tres días, con la esperanza de volver y continuar viviendo. Por ese motivo, no se consideraba a una persona verdaderamente muerta hasta pasado el tercer día. Eso hace profundamente milagrosa la vuelta a la vida de Lázaro. Después de haber estado definitivamente muerto, vuelve a la vida, lo que convierte su experiencia en una poderosa intervención divina, como una especial epifanía.
La experiencia de Lázaro, recoge e ilumina lo que muchos hemos visto y vivido, personas en una profunda crisis, viviendo en una oscura cueva, sin esperanza alguna, milagrosamente escuchan la voz de Dios, por intermedio de personas o circunstancias, recuperan la energía poietica y vuelven a poner su vida en movimiento. Porque toda crisis potencia la evolución, el crecimiento y desarrollo, de tal modo que cambios que parecían imposibles o muy difíciles, se hacen realidad, de un modo que no podemos sino llamar “volver a la vida”.
En momentos difíciles, todas y todos estamos invitados por Lázaro a no perder la esperanza, a serenar el corazón y hacer silencio para oír esa voz que susurra un potente llamado: “ven afuera, deja tus amarras y vuelve a vivir”. ¡Amén!
Ana María Díaz, Ñuñoa, 26 de marzo 2023