Otro modo de mirar

El 13 de marzo de 2013, apareció el nuevo Papa, en el balcón de la Plaza San Pedro, y sus primeras palabras señalaron un antes y un después en el modo de ser el líder espiritual de los católicos del mundo. Sus primeras palabras no fueron un saludo protocolar, con el lenguaje formal de las liturgias clásicas. El Papa Francisco dijo: “Buona sera”. El saludo normal del lenguaje cotidiano, empático, sencillo, comprensible, cercano, democrático. Desde que nos dijo: Buenas tardes, supimos que todo sería diferente.

Francisco fue el primer Papa americano y latinoamericano, y el primero procedente del hemisferio sur. Y desde el principio al fin de su pontificado hizo presente un modo diferente de mirar, de reflexionar, de valorar, de discernir; un modo de mirar que se ubica dónde está la mayoría de los católicos, de los pobres, de la gente que sufre, de marginados por diferentes motivos. El evangelio de este domingo nos habla de este tema, de cómo y desde dónde miramos, comprendemos, valoramos y ponderamos lo que tenemos por cierto.

Después de la muerte de Jesús, sus discípulos y discípulas, llenos de temor, se han encerrado intentando pasar bajo el radar de los judíos. Jesús aparece en medio de ellos y les trae consuelo, alegría, coraje y claridad sobre su misión. Se sienten dichosos y así lo cuentan a Tomás, el apóstol que estaba ausente. Pero Tomás duda y expresa un conjunto de condiciones para creer, que se pueden resumir en la frase por la que lleva siglo y siglos siendo conocido: “ver para creer”. Habló, como sabemos, de meter su dedo en las llagas de los clavos y la mano en el costado traspasado por la lanza romana. Cuando 8 días después Jesús vuelve a presentarse, Tomás se conmueve y avergüenza. Todo termina con la bienaventuranza de Jesús: “Dichosos los que, sin ver, creen”.

Este texto tiene una notable secuencia que repasa las diferentes experiencias, y aporta claridad sobre la tensión entre lo que tenemos por verdad y lo que no. En el primer nivel están los discípulos, encerrados y atemorizados. Jesús se hace presente y les proporciona una certeza que ellos no sabían que necesitaban. La presencia de Jesús los libera de miedo. En segundo lugar, Tomás, con un gran sentido crítico, manifiesta claramente sus dudas y las pruebas que necesita para creer. Jesús se presenta y lo libera de la engañosa búsqueda de certezas concretas y tangibles. En tercer lugar, la bienaventuranza de Jesús pone las cosas en el plano de la experiencia espiritual. Ya no se trata solo de una fe, fruto de superar emociones negativas, tampoco de un creer como recopilación de evidencias. Se trata de la experiencia espiritual de pasar del temor a la confianza, de las pruebas a la sacramentalidad de lo invisible, de la difidencia a la incertidumbre que se puede armonizar con la fe.

Como Iglesia llevamos siglos buscando asegurar la verdad poniendo nuestra confianza en normas claras que pongan a salvo de la confusión moral; en claridades dogmáticas como defensas de creencias erróneas, en un rígido respeto a la autoridad para evitar la desregulación institucional del creer. El Papa que vino del sur llamó a los cristianos, y a toda la humanidad, a poner nuestra seguridad y confianza en la justicia, la paz, la compasión, la misericordia y la reconciliación, a confiar en la fuerza del corazón.

Sin duda se trata de otra mirada. Estamos invitados por Jesús y por Francisco a perseverar en el camino de mirar con ojos del sur. ¡Amén!

Ana María Díaz, Ñuñoa, 27 de abril del 2025

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