La Regla, forma de vida, 800 años de camino
Una vez aprobada la Regla por el Papa Honorio III, el 29 de noviembre de 1223, la Orden Franciscana se convirtió oficialmente en una «herramienta evangelizadora» muy importante en la Iglesia, difundiendo la Buena Nueva por todas partes.
El universo tiene, sin duda, no sólo sus propias reglas, sino que también las sigue con precisión. Si todavía disfrutamos de nuestro hermoso planeta es porque «Él estableció la tierra sobre sus cimientos» (Sal 104,5). El primer libro de la Sagrada Escritura nos dice que «Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno» (Gén 1,31). Cualquier sociedad que siga leyes justas y principios sólidos goza de estabilidad y ofrece a sus ciudadanos un cierto grado de comodidad. Lo mismo es válido para cualquier persona, cualquier familia, pequeña o numerosa, y también para toda la familia franciscana, que celebra 800 años desde que el Papa Honorio III aprobó la Regla de los Frailes Menores, el 29 de noviembre de 1223.

La Orden Franciscana es una institución viva tanto en sus elementos materiales (estructura jurídica, administrativa, etc.) como en sus elementos espirituales (camino de santidad, pensamiento teológico, etc.) porque su fundador, San Francisco de Asís, le dio una Regla que, desde hace ocho siglos, no ha dejado de inspirar a sus miembros a vivir activamente la vida evangélica.
Con el sincero deseo de evitar el riesgo de perdernos en las palabras, nos gustaría volver nuestra atención sobre esta Regla, entendiéndola como su autor la quiso que fuera, es decir, una forma de vida. Así lo concibió, en efecto, y su intención es muy clara desde el primer verso, que lo señala: «La Regla y Vida de los Hermanos Menores es ésta: observar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. ….» (LR I, 1).
El papel y propósito de los Hermanos Menores, tal y como los concibió san Francisco, no es otro que el de convertirse en y ser custodios del Santo Evangelio, no sólo para conservarlo en bibliotecas o lugares especiales, sino plasmándolo ellos mismos. Para llevar a cabo esta tarea, la Regla tiene un lugar muy importante en su vida y desarrolla un papel muy significativo en la estructura de la Orden Franciscana y, por supuesto, de la gran familia franciscana. Francisco es consciente del valor y de la importancia de la palabra de Dios y está absolutamente convencido de que la vida, en toda su plenitud (cf. Jn 10,10), habita sólo en esta palabra. Si tuviéramos que referirnos a ciertas categorías filosóficas, quizás menos familiares para él, a saber, el hilomorfismo, podríamos decir que el «Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo» constituye la «materia», mientras que la Regla, concebida por Francisco de Asís, configura su «forma». Por tanto, la Regla no es vida en sí misma, pues sólo la palabra de Dios es vida, pero la Regla es una de las «formas» a través de las cuales se expresa la vida. La Regla es en realidad la única forma en que la vida se manifiesta a los Hermanos Menores, porque les ayuda a «…que atiendan a que sobre todas las cosas deben desear tener el Espíritu del Señor y su santa operación,» ( LR X,8) .
La Orden Franciscana ha experimentado innumerables divisiones a lo largo de los siglos, como bien sabemos, principalmente debido a la forma en que se entendía y seguía la Regla. Mirando hacia atrás en la historia sólo desde un punto de vista humano, podríamos estar justificados para decir: «…sabes muy bien tú, santísimo, cuán de lejos siguen tus huellas». (2Cel 224). Por supuesto, tampoco se pueden ignorar los fracasos y los errores cometidos a lo largo de los siglos, pero, todos juntos, los frailes, esforzándose por seguir los pasos de su seráfico padre San Francisco, nunca han dejado de aumentar su familia con muchos hermanos y hermanas que ahora viven el mismo carisma, aunque de maneras distintas.
Uno de los problemas de la sociedad actual, como lamentablemente hemos visto en los últimos años, es la renuencia de muchas personas a seguir reglas. ¿Podría ser lo mismo para los hermanos y hermanas de San Francisco con respecto a su propia Regla? ¿Será posible que lo que originalmente se percibía como una forma de vida ya no se tenga en la misma estima?
En efecto, todo lo que Dios ha hecho es muy bueno (cf. Gen 1,31) , pero si la Regla y la espiritualidad de san Francisco siguen fascinando, inspirando y atrayendo a un número impresionante de hermanos y hermanas después de ocho siglos, debemos admitir que él ha hecho algo bueno. Todos nosotros, hermanos y hermanas de la gran familia franciscana, ciertamente tenemos nuestras propias aspiraciones internas con respecto a nuestra vida, y nuestra vocación es definitivamente una de ellas. Por eso, a pesar de nuestras dificultades y debilidades diarias, seguimos orando: « Llévanos, pues, en pos de ti, Padre venerado, para que corramos tras el suave perfume de tus ungüentos (…..). ¡Danos los días que tuvimos antaño, oh espejo y ejemplo de lo perfecto! Haz que nuestros días sean como los primeros, tú que eres espejo y modelo de perfectos, y no consientas que, siendo iguales a ti en la profesión, seamos desiguales en la vida.» ( 2Cel 221).