El Concilio de Jerusalén: discernimiento y resolución de conflictos
Este proceso sinodal ha tomado como paradigma de discernimiento y resolución de conflictos comunitarios el llamado Concilio1 de Jerusalén (Hch 15). El discernimiento es fundamental a la hora de afrontar los nuevos retos que surgen en la vida de la Iglesia cuando esta intenta hacer relevante su mensaje y guardar un equilibrio entre la fidelidad a lo recibido y su actualización en cada hoy y ahora. En ese sentido Hch 15 es un buen ejemplo de ese proceso comunitario mediante el que, ante una situación problemáticamente decisiva, se discierne si lo que sucede “es de Dios” o no; si en ciertos sucesos, praxis e ideas, tan nuevas como era la que se planteaba entonces, era posible ver la acción del espíritu o lo contrario. Creo que ningún conflicto o decisión posterior a aquel que plantea Hch 15 tiene la gravedad y la trascendencia de la cuestión suscitada allí: la superación de uno de los rasgos identitarios de la religión judía como era su carácter de religión étnica.

Vamos a profundizar en este episodio y en las pistas que nos ofrece sobre el proceso de discernimiento, tan complejo, pero también imprescindible en la comunidad eclesial de todos los tiempos.
1.- Contexto narrativo y teológico del Concilio de Jerusalén: la conversión novedosa de los gentiles a la fe en Jesús Mesías ¿desviación o señal del Espíritu? La posición narrativa del Concilio de Jerusalén” en el libro de Hechos, indica la importancia que el autor da a este acontecimiento. El relato se encuentra en la mitad del libro de Hechos (15,1-40) y tiene una importante función de bisagra entre lo que ha sucedido y lo que ha de venir: recoge lo sucedido y proyecta hacia el futuro.
En los capítulos 1-14 se narra la extensión del Evangelio su acogida por los gentiles. Sin proponérselo, había surgido una praxis nueva, la admisión de gentiles sin circuncisión previa ni exigencia de cumplir con las leyes mosaicas, que había creado una situación inaudita y problemática que cuestionaba la práctica y la creencia más tradicional, tal como había quedado plasmada, después del Destierro, en la Torá. Esta situación es tratada en el Concilio de Jerusalén, en el capítulo 15, donde se abordan los problemas creados por la nueva praxis, para discernir si el Espíritu estaba o no detrás de la novedad y cómo actuar. En los capítulos 16-28, el relato continúa narrando la forma en la que se llevan adelante las decisiones tomadas en el Concilio, a la vez que el desarrollo del relato deja ver que aquellas disposiciones concretas y prácticas, si bien dieron algunos frutos, quedaron superadas por la acción del mismo Espíritu
(28,17-28).
La acción del Espíritu en esta nueva realidad que se discierne, la subraya Lucas desde el comienzo del libro, cuando, tras el acontecimiento de Pentecostés y como explicación de lo sucedido, pone en boca de Pedro la promesa de Joel 3, 1-5 que anuncia: “Sucederá en los últimos días que derramaré mi espíritu sobre todo mortal…”, anticipando así lo que se va a narrar en los capítulos siguientes. Presenta a este Espíritu prometido como el origen y la legitimación de las acciones y decisiones, sorprendentes y novedosas, que han llevado a la adhesión de los gentiles a la comunidad cristiana sin pedirles la circuncisión ni el cumplimiento de la Ley mosaica. Lucas lo presenta como una señal de que el tiempo de la salvación definitiva ha comenzado. Se trata de una interpretación de la historia, y de los “signos de los tiempos” en ella.
Poco a poco, a partir de Jerusalén, el Espíritu va guiando e impulsando la predicación del Evangelio a todo tipo de gente que se bautiza y se une a los seguidores de Jesucristo, sin someterse a los ritos de identidad judíos. Los habitantes de Samaría (8,14-17); el eunuco de la reina de Candace (8,26-40). En el c.9, se narra cómo el mismo Señor, por medio de Ananías (vv. 10-13), elige a Saulo para que reciba el Espíritu Santo (v.18) y anuncie el evangelio a los gentiles (vv.15-16). El encuentro y bautismo del centurión Cornelio por Pedro (10,34-43), quien al ver que el espíritu se ha derramado sobre él y los que le acompañan, entiende la visión de la sábana y la voz del Señor que le hablaba de la diferencia de criterios sobre lo puro y lo impuro que él tenía (10,44-48). Bernabé y Pablo son enviados por la comunidad y el Espíritu (13,2-3), para llevar el evangelio a otras tierras (Chipre, Antioquía de Pisidia) y, debido al rechazo de los judíos, lo proclaman a los gentiles que lo acogen con alegría (13,44-47); una decisión que tiene consecuencias graves para ambos (14,1-5. 6-20). Sin embargo, de vuelta en Antioquía cuentan a toda la Iglesia que los había enviado cómo Dios (por medio de su Espíritu), junto con ellos, había abierto la puerta de la fe a los gentiles” (14,27)
Acaba así esta primera parte del libro de Hechos, donde se presenta una situación sorprendente e inesperada, cuyas consecuencias serán objeto de atención en el capítulo siguiente, el Concilio de Jerusalén.
2.- El Concilio de Jerusalén: proceso de discernimiento y resolución de conflictos.
El relato del Concilio de Jerusalén no es una crónica histórica, como puede deducirse del análisis crítico y del uso de otra versión de los hechos contada por el mismo Pablo en Gal 2,1-23.
De ese análisis comparativo es posible concluir que el relato de Hechos 15 es, en realidad, una mezcla de dos episodios históricos que ocurrieron en momentos y lugares diferentes y de los que salieron dos posturas diversas: una más abierta, como fue el no exigir la circuncisión a los gentiles convertidos; y otra posterior, más restrictiva y coyuntural, la de pedir a los gentiles convertidos que observaran unas normas mínimas para facilitar la convivencia con quienes eran de origen judío. Fue esta última decisión la que parece haber suscitado la marcha de Pablo de Antioquía, a la que el libro de Hechos alude, aunque mencionando un motivo poco creíble (15,36-41).
En lo que sigue, sin embargo, nos fijaremos únicamente en el relato de Hch 15 tal como lo presenta Lucas y en su mensaje teológico, sin hacer alusión a la historicidad de lo narrado.
Solamente al final haremos alguna observación al respecto, teniendo en cuenta la aplicación pastoral del relato.
El capítulo comienza presentando el problema que provoca la convocatoria de la reunión en Jerusalén: la intransigencia de un grupo llegado de allí que no aceptaban la nueva situación narrada en los capítulos precedentes: la posibilidad de que los gentiles pudieran pertenecer a la comunidad de los creyentes en Cristo, sin exigirles que se hicieran previamente judíos (vv.1-4), es decir, sin circuncidarse ni seguir las leyes mosaicas. Este problema había sido mencionado simbólicamente en la visión de la sábana y los animales impuros que Pedro tuvo (cp.10), pero ahora se muestra con claridad su alcance.
Los que denuncian la nueva situación son algunos de la Iglesia en Judea, identificados más adelante como convertidos del partido fariseo, que llegan a Antioquía para recordar a la comunidad el requisito como algo imprescindible para la salvación y la pertenencia al pueblo elegido (15,1). El hecho suscita una lógica y acalorada discusión con Pablo y Bernabé, ante lo cual la comunidad de Antioquía decide enviar a ambos a Jerusalén (v.3) para resolver el conflicto logrando el apoyo de la Iglesia madre, de los apóstoles y los presbíteros, testigos directos de Jesús (15,2).
El autor tiene interés en mencionar que Pablo y Bernabé aprovechan el camino hasta Jerusalén para ir contando su experiencia en las comunidades que encuentran: la conversión de los gentiles que Dios ha hecho por su medio. También menciona, como un dato importante, el sentimiento de gran alegría que el relato suscita en ellas (15,3), lo que parece reflejar la autoría del Espíritu y la validación de la actuación de ambos.
Llegados a Jerusalén, Pablo y Bernabé repiten, ante la comunidad, los apóstoles y presbíteros que les reciben, la experiencia que han tenido y que ellos interpretan como actuación de Dios por su medio. También quienes habían provocado la discusión en Antioquía exponen sus razones y argumentos sobre la necesidad de la Ley para salvarse.
Ante las posiciones enfrentadas, el Concilio de Jerusalén debe discernir si en esa nueva praxis y la situación creada por ella podía detectarse la actuación del Espíritu; si podía descubrirse un significado salvífico, un significado revelador en el que se estuviera haciendo presente Dios y su voluntad de bien para la humanidad y la creación. El tema era decisivo puesto que, en el fondo, se dilucidaba cómo debía entenderse la salvación y las consecuencias efectivas de esa comprensión; cómo debía entenderse el pueblo elegido y quién constituía Israel. Se trataba de discernir en una situación histórica la presencia del Espíritu de Dios; de ver “los signos de los tiempos” que apuntaban a la presencia creadora y salvadora de Dios por medio de su Espíritu.
Al decir que el discernimiento es un proceso, se quiere subrayar que no es algo fácil y que a los consensos no se llega de forma inmediata, aunque el relato de Hch 15 lo presente suavizado y de forma un tanto sistemática e ideal, el Concilio tiene lugar para solucionar una tensión creciente e insostenible que afectaba a la Iglesia de Antioquía con la Iglesia de Jerusalén (o, más exactamente, con su sector más tradicionalista) y amenazaba con extenderse a otras iglesias de la Diáspora.
A pesar de su elaboración teológica, o quizá precisamente por eso, en el relato del Concilio de Jerusalén es posible identificar algunos elementos del proceso de discernimiento que realizan y que, con las precauciones que después diremos, permiten ver en él un modelo de su uso en la resolución de los conflictos comunitarios.

Vamos a ver 6 aspectos del proceso:
a) El discernimiento como tarea comunitaria.
El discernimiento en una situación difícil e importante es tarea de toda la comunidad, de los bautizados y de los líderes. En primer lugar, este rasgo de la participación de toda la comunidad en el ejercicio de discernimiento ante una praxis novedosa, aparece repetidamente en el libro de Hechos: Pablo y Bernabé son enviados por la Iglesia de Antioquía (15,3); son recibidos por toda la Iglesia de Jerusalén, además de por los apóstoles y presbíteros (25,4); la asamblea eclesial parece que está presente también en la discusión puesto que asienten con su silencio (15,12); la decisión final se dice que la toman los apóstoles y presbíteros, junto toda la Iglesia (15,22); la carta enviada a Antioquía es recibida por la asamblea eclesial. Este dato de la participación comunitaria de discernimiento aparece también en otros lugares del libro de Hechos (1, 15-26; 6,1-2).
Por otra parte, en el Concilio están presentes las Iglesias afectadas y los representantes de las posiciones enfrentadas. Aunque no se mencionan los discursos, se dice que las partes implicadas en la discusión exponen su posición: los del grupo de fariseos que habían abrazado la fe afirman la necesidad de la circuncisión y guardar la Ley de Moisés (15,5). Es lógico suponer que estaban en contra de la nueva praxis y que lo hacen en base a su interpretación de la Torá.
Por otra parte, aunque no se menciona su discurso, se dice que Pablo y Bernabé contaron su sorprendente experiencia, que ellos y la comunidad habían vivido como un don del Espíritu (v.4.12). Después hablan Pedro y Santiago, dos líderes de grupos diferentes, con sensibilidades diversas.
b) El imprescindible debate
En toda resolución de conflictos, el debate es imprescindible, incluso un debate “acalorado” y vehemente, incluidas las diferencias, los desacuerdos serios y los conflictos graves.
El relato de Hechos menciona lo apasionado de estos debates cuando señala que las palabras de los de Judea provocaron una “agitación y una discusión no pequeña entre Pablo y Bernabé y ellos” (15,2). De igual forma, se dice que, ya en Jerusalén, la discusión entre los apóstoles y presbíteros, después de oír a las partes, fue “larga” (v.7). Solo después de esas discusiones, menciona Lucas la intervención de Pedro que cuenta su propia experiencia (cc.9-10), desde la que hace la interpretación de los hechos contados. Pedro aparece como defensor de la posición de Pablo y Bernabé y su idea de la salvación por la gracia del Señor Jesús y no por la Ley. Una idea muy paulina.
El debate no acaba ahí, Pablo y Bernabé vuelven a hablar, esta vez para exponer, ante la Iglesia de Jerusalén, la interpretación que hacen de los “signos” percibidos en las novedosas y sorprendentes circunstancia históricas que han vivido.
Al final, después de todo lo anterior, Lucas pone en boca de Santiago, líder de otra corriente de la Iglesia jerosolimitana, una interpretación de lo sucedido a la luz de la Escritura, pero no desde la Torá sino del profeta Amós 9, 11-12, que permite entender lo sucedido y proporciona una imagen para expresarlo: la ampliación de la “tienda de Yahvé” para acoger a todas las naciones; ahora todos son separados para él. Y eso le lleva a juzgar la nueva situación y a no pedir la circuncisión a los gentiles. La decisión supone un paso enorme que Lucas pone en boca del líder de la rama más afín al fariseísmo y a su interpretación de la Torá. Aunque pide a los gentiles convertidos que observen unas reglas de comportamiento, con el fin de favorecer, en las comunidades mixtas, la convivencia entre seguidores de Jesús judíos y gentiles.
Lucas presenta una visión idealizada, propia de quien hace memoria y escribe una generación más tarde, cuando los conflictos más graves han pasado, y proyecta en el pasado el ideal de proceso, tal como es visto en su tiempo. Pero sabemos que el tema suscitó debates apasionados y encendidos y que fue más complejo, que incluso suscitó duros reproches de Pablo a Pedro, la marcha de Antioquía del primero y su separación de Bernabé (Gal 2,1-23).
Recordar la historia es necesario a la hora necesaria actualización porque ayuda a ver que la dificultad también se dio entonces.
c) Los participantes en el discernimiento: la asamblea eclesial y sus dirigentes.
El relato que hace Lucas del Concilio de Jerusalén presenta a las diversas partes que participan en el discernimiento, a veces con discusiones, otras exponiendo sus experiencias, otras con discursos donde se trata de discernir los “signos de los tiempos”, bien desde la experiencia mirada con ojos creyentes (Pedro), bien desde la Escritura (Santiago). Por su parte, la Iglesia (la asamblea eclesial) está presente, recibe a Pablo y Bernabé, escucha lo que tienen que contar, calla para escuchar de nuevo (lo que parece indicar que han estado debatiendo, después del discurso de Pedro, v.12) y se dice que deciden, junto a los apóstoles y presbíteros, mandar la carta a Antioquía; carta que, a su vez, es recibida por la Iglesia de Antioquía (30-31).
Sin embargo, Lucas no da la palabra ni desarrolla la participación de la asamblea eclesial que parece consistir en participar con su escucha y con su silencio aprobador, aunque una lectura atenta permite ver que su papel fue mayor, tanto entre los que se oponían a la nueva praxis como entre los que la apoyaban
En este punto y de cara a una buena hermenéutica es fundamental conjugar el relato ideal con el conocimiento del proceso histórico de conformación de las estructuras organizativas y el ejercicio de la autoridad en las comunidades eclesiales, su diversidad y el influjo cultural en las mismas.
d) Discernir la “voluntad de bien” de Dios, la presencia de su Espíritu, en la experiencia histórica nueva.
La situación de grave crisis provocada por la intransigencia de un sector de la iglesia de Jerusalén fue la que llevó a convocar el Concilio con el objetivo de discernir si en la nueva praxis, en la nueva situación, podían descubrirse huellas de Dios y de su Espíritu. Esa praxis novedosa, según la creencia hegemónica tradicional, parecía afectar grave y negativamente a lo más nuclear, identitario y “sagrado” de la religión judía, a la que seguían perteneciendo los seguidores de Jesús. Y esto llevó al enfrentamiento de grupos dentro de la misma comunidad de creyentes. Discernir en esa situación era urgente y significaba ver o no ver, en esa nueva realidad histórica que surgía, un significado salvífico y revelador en el que se estuviera haciendo presente Dios y su “voluntad de bien” para la humanidad y la creación2
Se trataba de descubrir, en las circunstancias concretas y finitas que se viven, que surgen o que salen al paso, la presencia del Espíritu de Dios, que suscita vida plena y libertad en la creación y en la historia,para saber qué se debe apoyar, fomentar o cambiar.
El discernimiento “no es un proceso deductivo a partir de unos principios teóricos o doctrinales, ni una nueva revelación para iniciados al estilo gnóstico. El discernimiento se hace mirando a la historia, escuchando y dialogando ampliamente entre los representantes de las iglesias y con participación de sus miembros; se relee la Escritura y se descubre la acción del Espíritu”
Es lo que señala Lucas cuando introduce en la intervención de Santiago la alusión a Amós 9, 11-12, donde lee la nueva realidad a la luz de la Palabra y la ve como una acción salvadora de Yahvé que levanta de nuevo su tienda para acoger a todas las naciones.
En realidad, en el proceso de discernimiento se trata de descubrir en los signos de los tiempos cómo Dios sigue hablando en ellos, a fin de poder actualizar la tradición en cada momento de la historia y lograr ese necesario equilibrio entre la fidelidad y la actualización de lo recibido, a fin de que siga haciendo posible la experiencia de salvación.
e) El fruto de la paz y la alegría como criterio de acierto y verdad en el proceso del discernimiento en la resolución de conflictos.
El resultado final del proceso de discernimiento no debe dejar vencedores ni vencidos, sino convencidos de que entre todos se ha discernido cómo llevar adelante la “voluntad de bien” de Dios en la situación concreta. El relato narra cómo, después del discernimiento realizado en el Concilio de Jerusalén, los apóstoles, presbíteros y toda la Iglesia escribieron una carta a la Iglesia de Antioquía y se la mandaron. Cuando esta la recibió “la leyeron y se llenaron de alegría al recibir aquel aliento” (v.30) y, después de un tiempo, despidieron “en paz” a los enviados. Estos sentimientos, además del deseo de mantener la unidad, aparecen como signos de autenticidad del proceso de discernimiento, como un criterio del acierto y la verdad del mismo, como señal de que su origen estaba en Dios y había sido fruto del Espíritu y de la comunidad (v.29).
f) Un elemento imprescindible para la interpretación y la actualización del relato hoy: la alusión a la historia y al contexto cultural.
Como se ha dicho al comienzo, el relato del Concilio de Jerusalén no es una crónica histórica.
Es, más bien, la interpretación teológica del acontecimiento, de sus circunstancias previas, de su proceso y de sus consecuencias prácticas, que surge al hacer memoria del pasado a finales de la segunda generación. Todo ejercicio de memoria supone una interpretación de lo vivido o recordado. Esta mirada al pasado se hace desde una perspectiva más amplia y completa, aunque siempre es una mirada posicionada en un momento histórico y en un lugar socio-cultural que es el que ofrece la oportunidad-necesidad y la perspectiva. Es así como el Concilio de Jerusalén alcanza un carácter paradigmático en la obra de Lucas, para los creyentes de su comunidad y para los de siglos posteriores.
Pero a la hora de hacer la actualización para el presente es necesaria la lectura crítica del texto que tenga en cuenta los “modos de pensar del momento” y de los escritores, como dice la Dei Verbum 12, a fin de poder hacer una hermenéutica liberadora para cada hoy y aquí comunitario.
Por ejemplo, este principio se puede aplicar al hecho de que el episodio del Concilio de Jerusalén no mencione explícitamente la presencia de las mujeres discípulas que son nombradas al principio del relato (1,14), pero que desaparecen del resto del relato de Hechos.
Es un Este proceso de silenciamiento característico de Lucas que ya había comenzado en el evangelio (Lc 24,11) y se acentúa con su desaparición en el relato de la extensión del Evangelio que se hace en el libro de Hechos. Una explicación de este hecho desde la lectura crítica de los textos y el conocimiento histórico del proceso de conformación del cristianismo ayuda a entender esta presentación; a ver su relación con la cultura circundante, donde la palabra y el testimonio de las mujeres no era creíble, y a darnos cuenta de que la realidad fue más matizada y compleja. Las mujeres tuvieron un papel más activo y más relevante en la extensión del cristianismo y en la vida de sus comunidades, como, por otra parte, una lectura atenta del mismo texto de Hechos permite intuir (12,12;18,2; 16,11-15).

Conclusión
Si se quiere que el Concilio de Jerusalén sea un modelo de discernimiento en la resolución de conflictos para las comunidades reales, el resultado no puede esconder que el camino fue difícil, con debates duros, con dificultades y con desencuentros serios, y que en su relato de la verdad que encierra han influido el modo de contar de Lucas y las formas de pensar del momento (DV 12).
Como conclusión, podemos decir que “Hch 15 describe muy bien un proceso de discernimiento creyente con todos sus elementos: escucha, diálogo, participación de todos los miembros de la Iglesia, apertura a la novedad del Espíritu que se descubre en la historia, mirada con los ojos de la fe, y un consenso pleno, con cesiones mutuas, que llena a todos de alegría y paz”
Carmen Bernabé-Ubieta. Universidad de Deusto
Material desarrolado en el Curso Discernimiento en Común y Toma de Decisiones en una Iglesia Sinodal
Boston College