El adviento franciscano

San Francisco de Asís se identificó a sí mismo como «el heraldo del Gran Rey» (cf. LM 2,5). Así lo afirma San Buenaventura quien veía en el Poverello una especie de Juan Bautista, en una renovación de su ministerio para otros tiempos y circunstancias. Francisco fue bautizado como Giovanni Bernardone o «Juan», y sin duda deseaba imitar a su patrono, el Bautista, cantando y anunciando como una «voz que clama en el desierto» la grandeza de la revelación en Cristo Jesús. San Francisco fue un hombre de Adviento perpetuo y por tanto, todos los franciscanos y las franciscanas estamos llamados a ser personas de Adviento perpetuo.

El Adviento que nos propone la Iglesia es un tiempo de gracia para todos los creyentes y para los franciscanos se vive en un acento apocalíptico y progresista en un sentido creativo. Nos mantenemos erguidos y levantamos la vista desde una experiencia sanadora del corazón y de nuestro ambiente para la llegada del Gran Rey que hace que todas las cosas sean nuevas.

El Adviento franciscano es renovador. Debemos reparar los caminos torcidos por la confusión y la ansiedad… derribar las montañas de orgullo y la autosuficiencia; haciendo lisos los caminos escarpados por la violencia…  para que todos puedan ver claramente al Gran Rey que llega para sanar.

El Adviento franciscano es evangélico. No debemos cansarnos en anunciar y vivir las buenas nuevas del Gran Rey que nos abraza a todos…

El Adviento franciscano es mariano. Nosotros, con y como María, debemos llevar la Palabra hecha carne dentro de nosotros y apresuramos hacia aquellos que no lo conocen para hacerles presente al Gran Rey, y hacerlos saltar de alegría con todo su ser.

El Adviento franciscano está abierto. Los franciscanos no enarbolamos ninguna doctrina oculta o críptica, ni somos un club exclusivo. El Adviento franciscano, como parte de su carisma, da la bienvenida a todos y a todas para ser compañeros y hermanos en el camino.

Aunque el Adviento concluye antes de la Vigilia de Navidad, la familia franciscana  debe  seguir en perpetuo Adviento por el resto del año mientras se anuncia al Gran Rey en su vida cotidiana que debe testimoniar la pasión, muerte, resurrección Gran Rey y el envío de su Espíritu Santo.

Fr. Neil O’Connell (adaptación del texto original)

“Ruego a todos los hermanos que, removido todo impedimento y pospuesta toda preocupación y solicitud (muerte de lo viejo), del mejor modo que puedan, hagan servir, amar, honrar y adorar al Señor Dios con corazón limpio y mente pura (comienzo de lo nuevo), que es lo que él busca sobre todas las cosas (¡Dios reinando en nosotros!); y hagámosle siempre allí habitación y morada a aquél que es Señor Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, que dice: Vigilad y orad en todo momento.” Regla no Bulada, 22

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