Cuando la vida se vuelve angosta

Tal como se esperaba el panorama económico mundial presenta riesgos adversos en todas partes, cuyas señales en la región son una importante merma en el crecimiento, una inflación superior a la prevista, una mayor inseguridad alimentaria, tensiones financieras constantes y malestar social. Esta descripción económica tiene una traducción humana en angustia creciente en las familias, los jefes y jefas de hogar, en jóvenes, niños y niñas. Pocas cosas hay más dolorosas que mirar el futuro de los que se quiere con preocupación, incertidumbre y angustia.

En el evangelio (Lc.13, 22-30) Jesús se refiere esto. «Alguien le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?». Jesús respondió: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán”. Aquí vemos a Jesús volver a usar su metáfora preferida, la invitación a participar en un banquete, a sentarse a la mesa de la vida en abundancia, gozar de la amistad de Dios, participar de la sabiduría y secretos de la felicidad. Sin embargo, nuestra arraigada tendencia a hacer una lectura moralizante del evangelio, nos ha llevado a pensar que la puerta angosta se refiere al ascetismo, frugalidad, reserva, sacrificio y rigor con que hay que vivir para asegurar un premio eterno.

Pero lo que Jesús nos dice es que el ingreso al banquete de la vida se hace por una puerta angosta. La palabra angosto y angustia tienen el mismo significado, aluden a lo estrecho y reducido, donde falta el aire para respirar y el espacio libre para desenvolverse. En este sentido es todo lo opuesto al significado de la vida, que es expansión y crecimiento. Desde el fondo de la historia, desde que el ser humano se puso de pie, despertó a la luz de la conciencia y supo que sabe, lo acompaña la angustia como una sombra. La puerta angosta es el estrecho canal por el que somos alumbrados a la vida. Lo más alejado de la vida es la angustia, pero también es lo que la hace posible. La angustia es la partera de la lucidez.

Sin embargo, un especialista en el tema como es Kierkegaard nos dice algo más. Si algo se puede decir del ser humano es que su ser no consiste en algo concreto sino en “posibilidad”. Que las cosas vayan bien o que vayan mal está siempre en las posibilidades de la vida. En eso consiste lo angustioso de vivir. Frente a esto se puede reaccionar de dos maneras: hundirse en la inconsciencia y dejar dormido nuestro espíritu, negando la realidad, enajenándose, refugiándose en la magia o en cualquier otra forma de huida, o “educarse en la posibilidad”. Lo cual equivale a decir sucumbir a la angustia o aprender a angustiarse.

Aquí es donde el mensaje del evangelio es una buena noticia de Jesús. A la vida en abundancia se entra por la puerta angosta. Quien tiene su espíritu despierto, lucido, alerta, sabe que la vida siempre es una doble posibilidad. Y que el modo de saltar fuera de este rudo azar consiste en hacer lo que Jesús recomienda: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán”. Es la confianza en la vida, la certeza del amoroso cuidado de la Vida en Abundancia, la convicción de estar invitados al gozoso banquete de la existencia, lo que nos permite saltar fuera de la trampa y educarnos en la angustia. No significa que las cosas salen bien siempre. Quiere decir que podemos estar bien independiente de cómo salen las cosas.

La vida nos pone ante duras encrucijadas y la angustia pone el peso de la elección sobre cada uno y cada una de nosotros. Pero, no es retroceder si no elegir lo que nos hace humanos, libres, creyentes. Como dicen los versos de Benedetti:

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.

Estamos invitados e invitadas por Jesús a no eludir la puerta angosta, porque siempre nos asegura una expandida bienvenida al banquete de la vida. ¡Amén!

Ana María Díaz, Ñuñoa

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