Cansados y agobiados
La inmensa mayoría de la humanidad, por temporadas breves o largos períodos, experimenta la vida como una pesada carga a soportar. Nadie se salva de la dolorosa sensación de fracaso, cuando los esfuerzos se pierden; de desilusión, cuando los líderes políticos en los que se había confiado, muestran sus pies de barro; de angustia ante el porvenir, cuando se muestra incierto; de sufrimiento por ausencias transitorias o definitivas, como dice Benedetti. Ni que decir de la culpa por cosas que hicimos o no hicimos, o de la rabia ante abuso e injusticias. A ratos se entienden perfectamente los versos de Jaime Sabines, hablando de los condenados a muerte y los condenados a vida.

Una poderosa imagen que simboliza la dureza de la vida es la de los bueyes uncidos, arrastrando su pesada carga por el camino. La servidumbre que la vida nos impone, a lo largo de siglos y siglos, se ha entendido como un yugo que nos esclaviza.
Pero como todo lo que miramos más de cerca, lo entendemos mejor, vale la pena detenerse en el funcionamiento del yugo. No basta con amarrar la carreta a los bueyes, estos deben estar unidos entre sí, porque el yugo los obliga a armonizar sus acciones y actuar acompasadamente para distribuir equilibradamente el peso de la carga. Es el yugo el que hace posible alivianar la carga y ser más efectivos en la dinámica de coordinación de movimientos. Más aún, en una yunta, los bueyes no son iguales, se suele poner un buey joven al lado de uno experimentado, que lidera el proceso y hace de maestro del más joven.
Al mirar de cerca podemos ver las cosas de manera muy distintas, podemos percibir la enorme sabiduría de la mansedumbre del buey que se adapta al yugo. No es una simple y resignada aceptación de esclavitud. Es una inteligente actitud de armonizarse con la carga en lugar de oponer una resistencia insolente; de establecer alianza en lugar de reaccionar con hostilidad, de utilizar con sagacidad funcional los espacios de maniobra, en lugar de cerrarse en banda. La palabra yugo viene del sanscrito, y tiene el mismo origen que las palabras yoga y conyugue, y todas tienen en común la idea de unir lo separado y opuesto para lograr una armonía mayor.
En el evangelio de este domingo, Jesús nos dice: “Venga a mí todos los que estén cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Es una alegría recibir la propuesta de Jesús, nuestro buey manso y humilde, a ser uncidos a su yugo, a dejarlo ser nuestro líder y maestro, a reconciliarnos con la vida, con nosotros mismo y con los demás, eligiendo libremente el yugo liviano que nos permite armonizar la carga. Celebremos la buena noticia de estar invitados e invitadas a vivir estos tiempos de cansancio y agobio con la sabiduría de la mansedumbre, la fuerza concentrada de la mansedumbre, el heroico coraje de la mansedumbre y la inteligencia espiritual de la mansedumbre. ¡Amén!
Ana María Díaz, Ñuñoa, 9 de julio 2023