“Auméntanos la fe”

Con el paso del tiempo hemos ido entendiendo mejor en qué consiste la actual crisis de las religiones y de la fe. Hace varias décadas atrás la tendencia más marcada planteaba que el mundo y la cultura vivían un proceso de secularismo, con un alejamiento de Dios y, por tanto, de las religiones. Se hablaba de descreimiento, materialismo, cientificismo, hedonismo, para explicar el evidente desperfilamiento de la religión en la sociedad y la cultura. La llegada del siglo XXI obligó a pensar con mayor cuidado en la transformación cultural del cambio de milenio y surgieron otras aproximaciones al extraordinario fenómeno que está ocurriendo. Hemos dejado de hablar de un fenómeno de fe para hablar de un problema de la institucionalidad de la fe, porque lo que sucede no se trata de una crisis de las creencias religiosas, se trata de una crisis de la religión tradicional; no se trata de un alejamiento de Dios, se trata de una desregularización institucional del creer; no se trata de materialismo o indiferencia religiosa, se trata del rechazo al dogmatismo, autoritarismo y heteronomía. Es un cambio que va mucho más allá de la modificación de las mediaciones religiosas o de determinadas prácticas o creencias. Lo que ha cambiado es el sentido que lo religioso tiene en la experiencia humana actual.

Justo este es el tema que está en el corazón del evangelio (Lucas 17,5-10). El texto comienza con el apasionado ruego que los discípulos le hacen a Jesús: “Auméntanos la fe”. A lo que Jesús responde con su no menos apasionada y conocida frase: “Si ustedes tienen fe, como un granito de mostaza, dirán a ese árbol: Arráncate y plántate en el mar, y el árbol les obedecerá”.

La semilla de mostaza es una bellísima metáfora para hablar de la fe y de los efectos que produce la fe. Sin embargo, hemos tenido una tendencia a literalizar las enseñanzas de Jesús, con lo cual nos hemos perdido mucho de su riqueza. Déjenme recordarles que la semilla de mostaza tiene un tamaño que alcanza 1,2 milímetros, pero crece hasta alcanzar 2,5 m. de altura. Entonces, la metáfora de la semilla de mostaza no alude solamente al pequeño tamaño de la fe que necesitamos tener sino a la profunda convicción de la semilla de confiar en el secreto de vitalidad que le fue regalado, y poder multiplicar su tamaño hasta 2500 veces al completar su desarrollo. El proceso de pasar de ser una pequeñísima entidad de casi un milímetros hasta alcanzar su extraordinaria altura final, requiere de una fe que no duda si no confía; que no recela de su proceso si no abraza sus eventualidades; que no desarrolla suspicacia acerca de su futuro si no adhiere con voluntad firme a las alternativas que la conducen a su plenitud.

Jesús nos ha enseñado que la fe es esa experiencia en que se siente una conexión profunda con el Misterio, en la cual el ser humano se libera de su propia finitud, viviendo su existencia como un acontecimiento traspasado por el peso trascendente que acompaña a todo fenómeno perfectamente humano, pero gracias al cual somos sustraídos de nuestra pequeñez y atravesados por una total confianza en ser capaces de transportar árboles al medio del mar. ¡Amén!

Ana María Díaz, Ñuñoa

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *