La danza de la resurección
Para los discípulos y discípulas de Jesús, la resurrección no es una creencia, sino un acontecimiento que alcanza todas las dimensiones de la vida y lo vivo; un acontecimiento ecobiopsicosocioéticoespiritual. Sin embargo, siempre corremos el riesgo de que se nos escape su significado más hondo y no sea un acontecimiento que nos sacuda y nos conmueva intensamente.

Para descubrir a fondo el sentido de la resurrección es necesario aproximarse a ella como si fuera una danza, que tiene movimientos, armonizaciones de espacio y tiempo, ritmos, sonidos, movimientos de la energía. Con esta metáfora queremos decir que la resurrección es una armonización de distintos componentes.
Para vivir a fondo la resurrección hay que entender qué es la esperanza. Nos confundimos al creer que la esperanza es el sentimiento, algo resignado, que nos hace esperar que nuestros anhelos se cumplan, cuando vemos que los hechos están muy en contra. Eso no es la esperanza. Es saber que siempre tenemos motivos garantizados para experimentar esa vivencia fundamental que es la esperanza, esa que “moviliza los resortes más hondos” del movimiento de la vida y de la historia, porque la esperanza actúa en el ámbito de lo improbables, aflora con una lógica no lineal, confía en una fecundidad que no es ordenada si no caótica, no nace de las certezas si no de la confianza, no sigue un pensamiento formal si no de anticipo de la sorpresa, de lo impensado y del milagro. La esperanza nos hace “confiar en lo inesperado y trabajar para lo improbable”, y por eso forma parte de la danza de la resurrección.
También es necesario creer en los milagros. Nos confundimos cuando pensamos que los milagros no son naturales, que son inexplicables y excepcionales. Un milagro es un acontecimiento maravilloso que se produce fuera de la lógica lineal de los hechos. Los milagros son perfectamente naturales y ocurren frecuentemente. Lo que sucede es que no tenemos ojos para verlos, ni la lógica adecuada para esperarlos. La naturaleza, la vida, la historia no sigue necesariamente la dinámica causa efecto de un modo inapelable. Mucho más frecuentemente ocurren hechos inesperados, insospechados, resonancias curvas, saltos en los acontecimientos. Los milagros son también parte de la danza de la resurrección.
Que la resurrección de Jesús nos sacuda y conmueva intensamente quiere decir aventurarnos con valentía en nuestra geografía interna, reconociendo, aceptando, integrando y renovando todo lo que somos, experimentando el gozo de creer que es posible vivir una interioridad sin sombra; quiere decir volver a comprometernos con todos los vínculos en los que la vida nos ha tejido, revitalizando nuestra fe en el gozo de amar y en la perentoriedad de perdonar, como las dos prácticas que hacen aflorar más hondamente nuestra humanidad; quiere decir renovar la fidelidad a los sueños que inspiran nuestro aporte a un mundo mejor; refrescar las esperanzas y volcarlas en una incansable militancia en la expansión de la fraternidad, la justicia, la bondad, la verdad, el bien y la belleza, sin claudicar ante la aparente falta de resultados: quiere decir fortalecer las certezas y las convicciones más hondas, las mismas que nos ponen a salvo de los riesgos de la rutina, el ritualismo, la superficialidad ingenua o de la amargura y el rencor del fracaso; quiere decir profundizar nuestra conciencia de que somos naturaleza; quiere decir gozar la calidez de aquella Presencia materno-paternal que nos vuelve a depositar amorosamente en la vida, que nos quiere vivos, cuyo amor se nos anticipa, y en el que siempre podremos encontrar respuesta a nuestra necesidad de sanar nuestras heridas, tanto íntimas y personales como públicas y colectivas.
¡Que la resurrección de Jesús nos abrace a todas, a todos y a todo y nos ponga a danzar! ¡Muy Feliz Pascua para todas y todos!
Ana María Díaz, Ñuñoa, Pascua de Resurrección 2025